Cuando la verdad del evangelio sea cuidadosamente sembrada en mi corazón sin cultivar, espero que no encuentre una capa endurecida en sendas apartadas.
Ni en un pedazo de lugar muy blando, que tenga el suelo duro por debjo, donde raíces sin fe, y pobremente asidas estén condenadas a nunca crecer.
Ruego que no caigan en terreno en el que los cardos hayan hecho su morada. Ni donde las plantas que ahogan, en medio de esmeros mundanales, sin fruto crecen casi muertas.
Sino que encuentre esa simiente un suelo fértil en un terreno profundo y limpio, y saliendo a vida, fructifique plena, para Aquel que sembró tan suavemente.
Anónimo
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