De cierto no ha habido otra época de la historia en
la cual la mujer cuestionó su propio valor con tanta
severidad y espíritu crítico como durante la segunda
mitad del siglo XX. Hay muchas mujeres que procuran,
casi con frenesí y como nunca antes, hallar un
propósito y sentido personal, y hay muchas mujeres
Santo de los Últimos Días que también procuran
hallar una visión y sentido eterno de su femineidad.
Si yo fuera Satanás y quisiera destruir la sociedad,
organizaría una masiva arremetida frontal y sin
cuartel contra las mujeres. Las tendría tan abrumadas
y distraídas que jamás encontrarían la fortaleza
calmante y la serenidad que siempre ha caracterizado
a las de su sexo.
En efecto, Satanás ha logrado hacerlo atrapándonos
en la encrucijada de tratar de ser seres sobrehumanos
en lugar de que nos esmeremos por lograr nuestro
potencial único que Dios nos ha dado dentro de
la diversidad. Se burla de nosotras diciéndonos que
si no tenemos fama, fortuna, familia y diversión en
todo momento, se nos ha estafado y pasamos a ser
ciudadanas de segunda clase en la carrera de la vida.
Como sexo, estamos en apuros, y también lo están
nuestras familias y la sociedad. Las drogas, las adolescentes
embarazadas, el divorcio, la violencia
doméstica y el suicidio son algunos de los efectos
secundarios cada vez más frecuentes como resultado
de que todas vivimos a mil por hora.
Debemos
nos esmeramos por llegar a la perfección.
tener el valor de ser imperfectas mientrasNo debemospermitir que nuestros sentimientos de culpa, los
libros feministas, los presentadores de televisión y la
cultura de los medios de comunicación nos engañen.
Patricia T. Holland. "Pero sólo una cosa es necesaria: cómo convertirse en mujeres con mayor fé en Cristo", Oct. 1987
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